BATALLA DE CANNAS (2 AGOSTO 216 A.C.)

La batalla de Cannas se dio no muy lejos de Roma el año 216 a.C. y fue una de las más significadas de la guerra que durante más de un siglo llevaron a cabo los dos imperios del momento, Roma y Cartago, en la búsqueda de la hegemonía mundial, que acabó con el aniquilamiento de los cartagineses y la destrucción de su ciudad.
            Esta batalla ha pasado a la historia, además, por el diseño y la estrategia que hizo el general cartaginés Aníbal en lo que se llama una batalla de aniquilamiento. Hoy todavía se estudia en los centros militares y sirvió de referencia en la primera guerra del Golfo.
            El otro aspecto a destacar consiste en que esta acción bélica fue posible porque Aníbal, creyendo que sería más eficaz llevar la guerra al corazón de Italia, trasladó todo su ejército, integrado por casi 50.000 soldados (algunos historiadores los suben hasta 80.000) y 37 elefantes, a través de los Alpes, una acción que se considera de las más excepcionales y relevantes de la historia militar.
  
El lector interesado dispone, a continuación, de un texto con el desarrollo más pormenorizado de este hecho político y militar.

1. Planteamiento general

            Como siempre ha ocurrido en la historia, la vecindad de dos grandes imperios ha resultado imposible. Si a ello se añade que ambos son los más grandes del mundo conocido y que, mientras uno está en el esplendor de su gloria el otro es un poder emergente, ambicioso a lo más y dispuesto a extender su dominio a todas las tierras que le rodean, la situación únicamente puede derivar en un enfrentamiento a muerte entre ambos y terminar sólo con el aniquilamiento de uno por el otro. Y así fue en esta ocasión. .
En el siglo III a.C. la mayor parte del Mediterráneo (el mar del “medio o el centro de la Tierra”) estaba en manos de una potencia política, económica, comercial y militar a quienes los romanos llamaban “púnicos” y nosotros “cartagineses”. Provenían de África donde estaba su capital o su ciudad-Estado, Cartago (al norte de Túnez), y se habían extendido por el norte de África, la cuenca mediterránea con las islas más importantes y la Península Ibérica, o sea Hispania. Por su parte Roma, que ansiaba dominar el mundo, no podía tolerar la presión que recibía de Cartago que le cerraba todas las salidas por mar, lo que le impedía el desarrollo de su ejército naval y además ejercer una acción comercial de envergadura imprescindible para sus propios intereses y ambiciones.
Duran te los siglos III y II a.C. ambas potencias mantuvieron una lucha feroz y terrible por destruirse mutuamente mediante acciones bélicas y diplomáticas que la historia ha denominado como “guerras púnicas”. Aunque todo el período estuvo lleno de incidentes y escaramuzas, los períodos de las batallas más significativas fueron tres, citadas sucesivamente sin otras matizaciones, la primera (que se desarrolló sobre todo en la isla de Sicilia); la segunda (con tres escenarios principales: Italia, Hispania y África); y la tercera (la propia Cartago). Los primeros incidentes habían acontecido el año 264 a.C. y todo acabó en 146 a.C., fechas que se consignan como el principio y el final de las guerras púnicas. Uno de los protagonistas principales y el más famoso y celebrado por su capacidad militar y estratégica fue el general cartaginés Aníbal.
 El resultado es de todos conocido: Roma aplastó a los cartagineses, como potencia, como nación y como pueblo. Tras la batalla final, Cartago fue destruida y sus habitantes muertos o vendidos como esclavos. Los historiadores consideran que esta gran derrota aplastante de Cartago supuso un punto de inflexión que provocó que el conocimiento de las antiguas civilizaciones mediterráneas pasara al mundo moderno a través de Europa en lugar de África y para Roma llegar a ser la que fue, y es, en la historia. Con los cartagineses destruidos desapareció sin duda el mayor enemigo al que la República Romana se había enfrentado, y el Mediterráneo occidental se convirtió en un «lago romano» del que Cartago quedaba apartada, mientras que Roma extendió sus dominios por el mundo griego y por Asia. Los cartagineses por su parte desaparecieron para siempre. La ciudad de Cartago volvió a nacer, ironías de la historia, mucho después cuando el emperador César Augusto la reconstruyó como colonia para veteranos, un siglo más tarde. Roma, la República Romana quedó dueña y señora del Mediterráneo y ocupó el lugar de primera potencia política y militar. Su influencia aun perdura en la cultura y las instituciones de todo el mundo.

2. Guerras púnicas

En la Primera Guerra Púnica, que duró desde 264 a. C. hasta 241 a. C., ya Roma se alzó con la victoria, conquistando la isla de Sicilia y  obligando a Cartago a pagar un cuantioso tributo. Unos años después le arrebató también Córcega y Cerdeña. Como resultado de esta guerra Roma controló prácticamente todas las rutas marítimas no permitiendo a los cartagineses moverse por el mar.

La Segunda Guerra Púnica (218 a.C.-201 a.C)) es la más conocida de las tres por haberse producido en ella una de las hazañas bélicas más importantes de la historia militar, que todavía es estudiada en las academias profesionales.
Se había iniciado tras el asedio y conquista de Sagunto. Roma y Cartago habían firmado un acuerdo mediante el cual los límites de la zona de influencia política y militar de cada uno quedaba señalada por el río Ebro, pero no todas las ciudades hispanas estaban en completo acuerdo con esa decisión y se adherían a una u otra fuerza según sus intereses. Sagunto, considerada romana pero en zona cartaginesa fue atacada por Aníbal, lo que supuso la excusa para que los romanos declararan la guerra a Cartago.
Sin que aun haya acuerdo sobre la ruta que pudo seguir, lo cierto es que Aníbal, convencido de que lo más eficaz y resolutivo era trasladar el campo de operaciones a Italia, partiendo desde el sur de Hispania, condujo a su ejército, equipado por primera vez en la historia con elefantes, hacia el norte, cruzó los Alpes e invadió la Península italiana desde el norte, en lo que se considera el primer escenario de esta guerra. Se mantuvo con su ejército en Italia durante dieciséis años. Allí fue venciendo de manera contundente a todas las fuerzas que le opusieron los romanos, sobre todo en las cuatro famosas batallas de Trebia, Tresino, Trasimeno y Cannas.
Tras estas batallas la situación se estancó y ni uno ni otro bando pudieron resolver el estatus quo al que se llegó. Aníbal no fue capaz de asediar la ciudad de Roma, que hubiera supuesto el golpe crucial con el que esperaba ganar la guerra, por no disponer de suficientes hombres, ya que el cruce de los Alpes y las batallas posteriores le habían supuesto la pérdida de gran parte de su ejército y no le llegaban refuerzos desde Cartago. Fue entonces cuando se acuñó la famosa frase atribuida a su jefe de caballería: 'Los dioses no han concedido al mismo hombre todos sus dones; sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovecharte de la victoria'
La República de Roma, por su parte, aunque no lograba expulsarle de la península, supo mantenerse imperturbable a esta presencia del invencible ejército de Aníbal en sus proximidades, al tiempo  que estaba enfrascada en la guerra de Macedonia en Grecia.
El segundo escenario se sitúa en Hispania. Siguiendo la misma idea de Aníbal de llevar la guerra al territorio enemigo, los romanos desembarcaron un gran ejército en Hispania con el que amenazar las posesiones cartaginesas en la zona y cortar cualquier posible ruta de suministro a Aníbal. El joven comandante Publio Cornelio Escipión consiguió tras varios enfrentamientos vencer a las tropas cartaginesas en Hispania lideradas por Asdrubal Barca, hermano de Aníbal. Asdrúbal, sabedor de que su hermano no podía realizar el asalto final sobre Roma por la falta de efectivos, y previendo que la situación en Hispania iría empeorando progresivamente, cruzó también los Alpes y entró en Italia por el valle del Po pero fue derrotado y muerto por los romanos que arrojaron su cabeza al campamento de Aníbal. En los dieciséis años que pasó en Italia, este fue el único intento de reforzar a su ejército, desde luego tarde y mal. Mientras tanto, en Hispania, Escipión capturó casi sin oposición el resto de ciudades cartaginesas, y empezó a preparar la invasión de la propia Cartago.
Fue en África, junto a Cartago, el tercer escenario de esta guerra y donde se libró la batalla decisiva de esta fase. La gravedad de la amenaza romana obligó a Aníbal a volver a toda prisa a su ciudad, siendo finalmente derrotado por primera vez en su vida en la batalla de Zama por Publio Cornelio Escipión,  apodado desde entonces El Africano el año 202 a.C. La derrota supuso el fin de la guerra, y Cartago vio limitadas sus posesiones territoriales a la propia ciudad, perdiendo todas sus colonias comerciales, contrajo la obligación de entregar a Roma una cuantiosa indemnización, y se le prohibió volver a tener unas fuerzas armadas o reclutar mercenarios más que en cantidades testimoniales, pasando a depender de Roma para cualquier tema relacionado con su propia defensa.

La llamada Tercera Guerra Púnica, de corta duración porque en realidad fue la batalla final que acabó con el saqueo y la destrucción completa de la ciudad de Cartago, duró desde 149 a. X. a 146 a. X. Viendo Roma que Cartago iniciaba un rebrote de prosperidad económica y militar, decidió acabar con ella. Para ello fue aumentando sus exigencias con la finalidad de tener una excusa para declararle la guerra. Tras exigir la entrega de 300 hijos de la nobleza cartaginesa como rehenes, se demandó que la ciudad fuera demolida y trasladada a otro punto más hacia el interior de África, lejos de la costa. Esa fue la gota que colmó el vaso de la paciencia cartaginesa. Se negaron a aceptar tal demanda, y Roma declaró el inicio de la Tercera Guerra Púnica. La población de Cartago, que hasta el momento había confiado principalmente en el uso de mercenarios, tuvo que tomar una parte mucho más activa en la defensa de la ciudad. Se fabricaron miles de armas improvisadas en un corto espacio de tiempo, llegándose incluso a emplear pelo de las mujeres cartaginesas para trenzar cuerdas de catapulta, con lo que se logró rechazar el ataque inicial romano pero Publio Cornelio Escipión Emiliano acabó tras un asedio de tres años de duración en el que finalmente los romanos lograron romper las murallas de la ciudad, la saquearon, y procedieron a quemarla por completo hasta sus cimientos. Como ya se ha dicho, los habitantes supervivientes fueron vendidos como esclavos y Cartago dejó de existir hasta que César Augusto la reconstruyera como colonia para veteranos, un siglo más tarde, como ya se ha dicho.

3. La batalla de Cannas

La batalla de Cannas, que tuvo lugar el 2 de agosto de 215 a.C., supuso el aniquilamiento del ejército romano. Aníbal, con sólo unos 50.000 hombres  pero más listo que los dos cónsules romanos (que decidieron alternar el mando militar de manera diaria), los provocó en varias ocasiones y éstos, que habían reclutado un ejército de unos 100.000 hombres, movidos por sus deseos de conseguir la victoria antes de finalizar su mandato, optaron por un choque frontal y cayeron en sus trampas tras reclutar un ejército de unos 100.000 hombres. ,
Con su ala derecha desplegada, los romanos colocaron a su caballería en los flancos y agruparon su infantería pesada en el centro, en una formación con mayor profundidad de lo normal. Para contrarrestar ese plan, Aníbal utilizó una táctica de tenaza: tras colocar a la infantería, en la que confiaba menos, en el centro, con los flancos compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron adoptando una forma de luna creciente, haciendo avanzar a sus tropas veteranas de los laterales. Las legiones romanas que se extendían sobre aproximadamente un kilómetro y medio del terreno se lanzaron contra el centro del ejército púnico, que se combó en forma de "U", de forma controlada, encerrando a los legionarios en su interior que se encontraron sin darse cuenta dentro de un largo arco de enemigos que les rodeaban. Atacados desde todos los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue destruido.
Se estima que entre 60.000 y 70.000 romanos murieron o fueron capturados en Cannas, incluyendo al cónsul Lucio Emilio Paulo y a ochenta senadores romanos, casi un tercio del total. El ejército cartaginés sólo hubo de lamentar 6.000 bajas. La Batalla de Cannas ha sido una de las más sangrientas de la historia por la cantidad de muertos en un solo día. La ciudad de Roma declaró un día entero de luto nacional, puesto que no había un solo habitante en Roma que no estuviese emparentado o conociese a alguna de las personas que habían muerto en la batalla. Los romanos se encontraron en tal estado de desesperación que llegaron a recurrir al sacrificio humano, hasta el punto de que existen datos sobre enterramientos de personas vivas en el foro hasta en dos ocasiones y del abandono de un bebé en el mar por haber nacido con un tamaño desproporcionado, lo cual supone posiblemente el último caso registrado de sacrificios humanos llevados a cabo por los romanos.
La batalla de Cannas tuvo una gran importancia en la historia y la organización del ejército romano que modificó algunas de sus estructuras como, por ejemplo, recuperar un mando unificado del ejército.
Además de ser una de las mayores derrotas infligidas a los ejércitos de Roma, la batalla de Cannas representa también en la historia militar el arquetipo de una batalla de aniquilación. La noción de que un ejército entero pudiera ser rodeado y aniquilado de un sólo golpe atrajo la fascinación de los generales occidentales durante siglos, que intentaban emular el paradigma táctico del movimiento envolvente. El general D. E. Eisenhower en la Segunda Guerra Mundial y el comandante de las fuerzas del Golfo en el ataque a Irak han aplicado algunos principios de los utilizados por Aníbal.
  
4. Aníbal

Aníbal Barca (que significa «quien goza del favor de Baal), conocido generalmente como Aníbal o Hanibal, nació en Cartago el año 247 a.C. y falleció, parece, el 183 a.C. en la actual Turquía. Es considerado por muchos uno de los más grandes estrategas militares de la historia. Su vida transcurrió en el período de las llamadas guerras púnicas y es tradición, discutida, que de niño juró con su sangre odio eterno a los romanos: “Juro que en cuanto la edad me lo permita emplearé el fuego y el hierro para romper el destino de Roma.[ Son multitud los juicios y opiniones en su elogio y ha sido llamado incluso «el más grande de los generales».  
Tras la derrota de Zama, Aníbal, que entonces contaba 46 años, intervino en la vida política de Cartago como miembro del partido militarista, que deseaba continuar la guerra y la expansión por África (el otro, la oligarquía conservadora era partidaria de buscar por encima de todo la prosperidad económica). Los romanos mientras tanto alarmados por la nueva prosperidad de Cartago reclamaron la entrega de Aníbal (es una anécdota muy conocida que el senador romano Catón, hablara de lo que hablara en el senado, siempre terminaba sus discursos diciendo: ah, por cierto, Cartago debe ser destruida). A la vista de lo cual Aníbal decidió voluntariamente exiliarse. Marchó hacia Asia Menor y desde entonces se ocupó en lo que hoy llamaríamos asesor militar de reyes y  líderes políticos (se ha dicho que fue uno de los primeros en usar la guerra biológica lanzando calderos llenos de serpientes a los barcos enemigos).
Conocedor de que los romanos andaban tras él exigiendo su entrega y de que uno de los líderes a que servía pensaba entregarlo para congraciarse con éstos, para no caer en sus garras, se suicidó con un veneno que, según la tradición, llevaba en un anillo.
Como ideólogo Aníbal trató de romper —a través de sus discursos acerca de la libertad de las ciudades— las alianzas de Roma con las ciudades griegas, lo que forzó a la República a tener que legitimar sus acciones y a comportarse como una gran potencia imperialista.
En el mundo antiguo su nombre de Aníbal continuó representando el espectro de una amenaza perpetua sobre la república de Roma. Se ha escrito que enseñó a los romanos el significado del miedo. Durante generaciones, las familias romanas continuaron contando a sus hijos relatos y cuentos terroríficos acerca del general cuando se portaban mal. Cuentan los historiadores que Aníbal simbolizaba de tal manera el terror que, fuera cual fuera el desastre al que se enfrentaran, era común ver a los senadores romanos gritando Hannibal ad portas (¡Aníbal está a nuestras puertas!) a fin de expresar su ansiedad. (“Ad portas” se transformó en un dicho, una frase hecha, que se utilizaba cuando alguien tenía que enfrentarse a un desastre). Se dice que los romanos llegaron a erigir estatuas del general cartaginés en las calles de Roma para que todo el mundo conociese el rostro del terrible adversario al que sus ejércitos se habían enfrentado.
Y como no podía ser de otra manera, a lo largo de la historia son multitud las obras literarias y artísticas inspiradas en su vida y su obra.