EL REY SANCHO IV AGRADECE A ANDALUCÍA HABERSE PUESTO DE SU PARTE (23 MAYO 1293)

            El hijo mayor y por tanto sucesor del rey Alfonso X (1252-1284) era el infante Fernando de la Cerda, una situación normalizada y sin ninguna arista. El problema surgió cuando don Fernando, que se disponía a luchar contra los benimerines (una dinastía berebere norteafricana que amenazaba el sur de Andalucía), murió en 1275 en Ciudad Real precisamente al dirigirse a hacer frente a esta invasión.

Así las cosas, tradicionalmente el derecho de sucesión había pasado al segundo hijo pero el rey Alfonso había incluido en el código de las Siete Partidas (una recopilación y ordenamiento de las leyes vigentes en el que se habían introducido algunas novedades) que, en caso de fallecimiento del primogénito con la finalidad de mantener siempre la línea de la primogenitura, el derecho sucesorio pasaba a sus hijos, es decir, a los nietos, por lo que de acuerdo con ello la sucesión debía corresponder a los hijos de Fernando de la Cerda. Además así lo había manifestado el propio don Fernando en su testamento cuando se hallaba a punto de morir dejando dicho que deseaba que fuese su hijo, Alfonso de la Cerda, quien sucediese al abuelo.

 El rey Alfonso se inclinó en principio por satisfacer las aspiraciones de don Sancho, que se había distinguido en la guerra contra los benimerines en sustitución de su difunto hermano. Pero posteriormente, presionado por su esposa Violante (hija de Jaime, el Conquistador) se inclinó por su nieto.
Sancho naturalmente, como segundogénito o hermano segundo, no estaba de acuerdo y manifestó en seguida su oposición a esa decisión, lo que motivó un enfrentamiento padre-hijo que acabó de mala manera.

Antes, con las Cortes reunidas en Sevilla, el rey sabio, que por su carácter amable e indeciso en el fondo siempre tuvo sus dudas y vacilaciones, trató de contentar a su nieto con el reino de Jaén pero Sancho se opuso abiertamente. Incluso llegó a atreverse a convocar las Cortes en Valladolid y destituir a su padre dejándole la categoría de rey pero sin ningún poder mientras Alfonso le desheredaba en castigo a su desobediencia.
Aunque algunos nobles y algunas ciudades también tuvieron sus titubeos, de hecho únicamente tres poblaciones apoyaron a Alfonso, permaneciendo fieles a su lado: Sevilla, Murcia y Badajoz. Alfonso maldijo a su hijo, a quien desheredó en su testamento, y ayudado por sus antiguos enemigos, los benimerines, empezó a recuperar su posición. Cuando cada vez más nobles y ciudades rebeldes iban abandonando la facción de Sancho, murió el Rey Sabio en Sevilla, el 4 de abril de 1284.

Al final, no se cumplió el testamente de Alfonso que desmembraba el reino pues Castilla reconoció por rey único a Sancho, que se alzó como rey sin respetar la voluntad de su padre y fue coronado en Toledo el 30 de Abril, a los pocos días del fallecimiento de su padre. En realidad fue reconocido por la mayoría de los pueblos y de los nobles, pero al mismo tiempo hubo un grupo bastante numeroso de partidarios de los Infantes de la Cerda que reclamaban el acatamiento del testamento en cuestión por lo que durante todo su reinado no cesaron las luchas internas, a las que tuvo que dedicar mucho tiempo y preocupaciones.
En cortes, celebradas en Valladolid el 23 de mayo de 1293, Sancho IV concedió abundantes privilegios y mercedes a las ciudades y concejos andaluces, como agradecimiento al apoyo que le habían prestado.

(El pasaje más conocido del reinado de Sancho fue la toma de Tarifa donde se produjo el acto de heroicidad de Alonso de Guzmán, señor de León, lanzando su propio cuchillo a los asaltantes, lo benimerines de nuevo, para que con él mataran a su propio hijo sin aceptar el chantaje a que le sometían. Fue recompensado, y así aun lo conocemos, con el título de “Guzmán, el Bueno”).


            (Los sevillanos y quienes les visitan saben que esta trifulca es precisamente el origen del escudo de la capital andaluza.  El “NO-DO” con un símbolo en medio que representa una madeja se lee: “no madeja (me ha deja) do”, es decir, Alfonso agradeció a Sevilla que en esa trifulca con su hijo, siempre hubiera estado con él).