Así las
cosas, tradicionalmente el derecho de sucesión había pasado al segundo hijo
pero el rey Alfonso había incluido en el código de las Siete Partidas (una
recopilación y ordenamiento de las leyes vigentes en el que se habían
introducido algunas novedades) que, en caso de fallecimiento del primogénito con
la finalidad de mantener siempre la línea de la primogenitura, el derecho sucesorio
pasaba a sus hijos, es decir, a los nietos, por lo que de acuerdo con ello la sucesión
debía corresponder a los hijos de Fernando de la Cerda. Además así lo había
manifestado el propio don Fernando en su testamento cuando se hallaba a punto
de morir dejando dicho que deseaba que fuese su hijo, Alfonso de la Cerda,
quien sucediese al abuelo.
El rey Alfonso se inclinó en principio por
satisfacer las aspiraciones de don Sancho, que se había distinguido en la
guerra contra los benimerines en sustitución de su difunto hermano. Pero
posteriormente, presionado por su esposa Violante (hija de Jaime, el
Conquistador) se inclinó por su nieto.
Sancho naturalmente,
como segundogénito o hermano segundo, no estaba de acuerdo y manifestó en
seguida su oposición a esa decisión, lo que motivó un enfrentamiento padre-hijo
que acabó de mala manera.
Antes, con
las Cortes reunidas en Sevilla, el rey sabio, que por su carácter amable e
indeciso en el fondo siempre tuvo sus dudas y vacilaciones, trató de contentar
a su nieto con el reino de Jaén pero Sancho se opuso abiertamente. Incluso
llegó a atreverse a convocar las Cortes en Valladolid y destituir a su padre
dejándole la categoría de rey pero sin ningún poder mientras Alfonso le
desheredaba en castigo a su desobediencia.
Aunque
algunos nobles y algunas ciudades también tuvieron sus titubeos, de hecho
únicamente tres poblaciones apoyaron a Alfonso, permaneciendo fieles a su lado:
Sevilla, Murcia y Badajoz. Alfonso maldijo a su hijo, a quien desheredó en su
testamento, y ayudado por sus antiguos enemigos, los benimerines, empezó a
recuperar su posición. Cuando cada vez más nobles y ciudades rebeldes iban
abandonando la facción de Sancho, murió el Rey Sabio en Sevilla, el 4 de abril
de 1284.
Al final, no
se cumplió el testamente de Alfonso que desmembraba el reino pues Castilla
reconoció por rey único a Sancho, que se alzó como rey sin respetar la voluntad
de su padre y fue coronado en Toledo el 30 de Abril, a los pocos días del fallecimiento
de su padre. En realidad fue reconocido por la mayoría de los pueblos y de los
nobles, pero al mismo tiempo hubo un grupo bastante numeroso de partidarios de
los Infantes de la Cerda que reclamaban el acatamiento del testamento en
cuestión por lo que durante todo su reinado no cesaron las luchas internas, a
las que tuvo que dedicar mucho tiempo y preocupaciones.
En cortes,
celebradas en Valladolid el 23 de mayo de 1293, Sancho IV concedió abundantes privilegios
y mercedes a las ciudades y concejos andaluces, como agradecimiento al apoyo que
le habían prestado.
(El pasaje
más conocido del reinado de Sancho fue la toma de Tarifa donde se produjo el
acto de heroicidad de Alonso de Guzmán, señor de León, lanzando su propio
cuchillo a los asaltantes, lo benimerines de nuevo, para que con él mataran a
su propio hijo sin aceptar el chantaje a que le sometían. Fue recompensado, y
así aun lo conocemos, con el título de “Guzmán, el Bueno”).
(Los
sevillanos y quienes les visitan saben que esta trifulca es precisamente el
origen del escudo de la capital andaluza.
El “NO-DO” con un símbolo en medio que representa una madeja se lee: “no
madeja (me ha deja) do”, es decir, Alfonso agradeció a Sevilla que en esa
trifulca con su hijo, siempre hubiera estado con él).